Ten etéreo como real.


viernes, 24 de abril de 2020

Querida flor de asfalto.

Es de noche y parece que no tengo nada mejor que hacer que escribir estas letras, pero es que verás, en estas últimas horas no he dejado de pensar en ti.
En lo gracioso que debe resultarte mi mirada perdida en tus preciosos ojos verdes, en tu pelo rebelde y en esas gotitas de sudor que resbalan por tu cara cuando hacemos el amor.
Simplemente me he dado cuenta que debo escribirte para darte las gracias, por estar siempre ahí, por cogerme la mano cuando estoy a punto de volver a caer en el abismo.
Mi pequeña flor de asfalto, eres como mi ángel de la guarda, dejas una pluma blanca a mi lado cada vez que te echo de menos.

¿Y sabes por qué las flores de asfalto son las más bonitas? Porque son capaces de nacer donde solo habita la muerte.

Für Kass.

Vengo a decirte que me siento orgullosa de ti.
De que siga latiendo tu corazón, de que cada uno de tus latidos no sea tan absurdo como los míos.
Vengo a decir que me gusta más que cuando te apagas, cuando revives y te comes el mundo.
Y que sé que si el insomnio tiene sueño es porque se pasa las noches en vela viéndote dormir.
Que si el horizonte no ha visto días mejores es porque aún no se ha cruzado con el brillo de tus ojos.
Y qué sé yo, solo quería darle las gracias al cielo porque no seas una metáfora más, por mantenerte en mi vida, por darme la esperanza de poder ver tu sonrisa una vez más.
Te quiero.

domingo, 22 de noviembre de 2015

No dejes de latir.

Late, late, late..

con cada palabra.
Late, por favor, late;
pequeña esperanza
que encierras bajo llave.

En el cajón perdido y anclado
al mar de sangre
que es tu corazón colgado
de las cadenas de un romance.

Late, late, late,
la enormidad del mar en tus manos,
esencia enredada en las dudas
que asolan tu alma.

Late, late, late,
la tinta en las plumas
de negras alas condenadas
por este frío abúlico
que te congela las entrañas.

No dejes de latir,
mi pequeña conquistadora
de océanos perdidos,
lagos inciertos,
ríos de alegría
escondida
en el azul de tu iris.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Amores etílicos y canela en rama.

Tengo un nudo en la garganta, el corazón gris agarrotado, cubierto de escarcha.
Mis párpados están crispados, con hambre del veneno que rezuman las comisuras de tus labios.
Los pulmones llenos de humo, de recuerdos emborronados, que escuecen al respirar.
La ginebra caliente, no quiero que se me suba la cabeza al firmamento que forman las constelaciones de tu espalda.
Y yo qué sé, tal vez si el horizonte no ha visto días mejores sea porque no ha visto aún tus pupilas.
Amores etílicos y canela en rama, mi querida flor de asfalto -las llaman las más bellas por algo-.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Polvo de estrellas.

Dejaste de quererme. Dejaste. Qué palabra.
Pero yo no dejé.
Yo seguí queriendo, locamente, impulsivamente, como quieras llamarlo.
¿Y ahora qué?
Llueve.
Será que echo de menos.
Hay sangre por todas partes y yo preocupada por echar de menos.
Me nublas los sentidos, chica.

No sé qué soy ahora, solo sé que éramos, que fuimos algo. O todo. O nada. Quién sabe.
Tal vez solo sea polvo de estrellas, de la estrella que me guia, que me guiaba, tal vez sea polvo de ti, de lo que eras, de lo que fuiste conmigo. Tal vez sea la resina de todas tus sonrisas.

Coldplay dice que las luces me guiarán a casa pero yo no tengo casa solo un apartamento vacío sin nada sin nadie y qué hago si está todo a oscuras qué hago qué hago qué hago.

Tú ya no puedes arreglarme, por el simple echo de que decidiste coger las maletas antes que aferrarte a mis labios.
Eras mi veneno favorito, chica.

Y ahora que las luces han dejado de alumbrar, que vivo entre tinieblas añorando la luz del brillo de tus ojos amarillos, la luz que se escondía en tus negras pupilas aún me pregunto si queda algo de todo aquello pero joder que ayer me dejaste escuchar tu voz y qué dulce.

Dejaste, dejamos, y sigo, y seguiré.

lunes, 27 de octubre de 2014

Eres mi norte.

Será esta estúpida sensación de pérdida,
de creer que te has ido, de que ya no
volveremos a pisar charcos en días de lluvia.

Echo de menos cada uno de tus te quiero envasados a mi vacío.
Cada una de tus sonrisas destinadas a paliar mi dolor.
Vuelve a perderte entre mis escombros, a susurrarme una y otra vez
que no te irás
que jamás
podré echar nada de menos.
(Aunque lo haya hecho ya).

Cenizas en el aire.
Hojas marchitas, rosas sin espinas.
Lobos sin una luna a la que aullar.
Mariposas sin corazones a los que hacer dar vuelcos.

Todo ha perdido su sentido.
O tal vez yo haya perdido mi norte.
Y mi sur. Y mi todo. Y mi nada.



sábado, 18 de octubre de 2014

Until the day I die...

... I spill my heart for you.

Esa noche me despertó el sonido de un disparo. Salí al pasillo disparada como un resorte y te vi ahí, con la pistola temblando entre las manos y una mancha de sangre en tu estómago que cada vez se hacía más grande.
Te abracé.
Me pediste entre sollozos que no llamase a nadie, que me quedase quieta, rodeándote con mis brazos.
Empecé a acariciarte el pelo lentamente, con cariño, mientras las lágrimas se deslizaban una tras otra por mis mejillas.

Nos quedamos así horas y horas, mientras la sangre aumentaba y empapaba la madera del suelo.

Te fuiste entre lágrimas, un te quiero y un perdóname.

Me prometí tantas y tantas veces que juntaría todos tus pedazos, uno tras uno, aunque me cortase con cada uno de ellos, aunque las heridas fuesen demasiado profundas.

Pero esa noche me dejaste, decidiste irte, desplegar tus alas negras, rotas, inservibles.

Y cariño, rezo todos los días porque al final consiguieses volar.